A todo estudiante le surgen preguntas como: ¿qué me gustaría estudiar? ¿qué tendrá más salidas? ¿y si me confundo? Inmerso en un mar de dudas, unos se tiran al charco sin salvavidas estudiando en lo primero que le admiten, otros lo que más “salida laboral” tiene y otros simplemente se dejan llevar por la corriente de lo que le llama la atención. Lo cierto es que, aunque lo moralmente correcto pueda parecer estudiar lo que te llama la atención, siempre existe el riesgo de patinar, que al descubrir a profundis la carrera no te guste. Porque, ¿y como saber qué te gusta algo sin conocerlo?
Estudiar Derecho, entendido por la mayoría de jóvenes pre-universitarios, o incluso simples ciudadanos de a pié legos en la materia, es estudiar, estudiar y estudiar. Algo aburrido que solo consiste en una vez más estudiar y no pensar en numerología, la vía perfecta para librarse de todo aquello que tenga que ver con procesos de cálculo mental, todo ello bajo un: ¡Bah! ¡Si Derecho con estudiar la ley basta! ¡A por ello!
Bajo un sinfín de opiniones, está la concepción de gente que se aficiona al derecho por superficialidad, por interés legítimo, por gusto o por obligación. Y es que, ¿quién no se ha encontrado nunca con la situación por doquier? Me explico: me refiero al típico comentario de aquella persona que en su carrera tuvo alguna asignatura con materia en derecho o “escucha campanas”, aquella que normalmente hace alusión al derecho como algo superficial, cerrado, movimiento oscuro de los vanidosos abogados que “sin mover un dedo” se hacen ricos a costa de sus clientes, cayendo así en la trampa de creer que porque es posible manejar las primeras y superficiales apariencias se está en condiciones de manejar las profundas sustancias.
Apunto también, que aunque a todos, propios en cualquier materia, profesión o dedicación, y desde el fondo de la vocación y el conocimiento que la experiencia, estudio o ilusión nos evoca, hemos querido alguna vez decirle a alguien: ¡No se habla de lo que no se sabe! Mas no es esa mi intención. Porque es cierto que aunque nadie, por prudencia y discreción debe hablar de lo que no sabe, no es menos cierto que si todos estrictamente nos limitáramos a hablar de lo que sabemos el mundo sería una inmensa cartuja de silencio.
Yo, estudiante de Derecho, soy consciente de que es cierto lo que nos enseñan en la universidad, para ser jurista hace falta buena memoria, gran capacidad de abstracción, acompañado de un conocimiento mínimo del entorno social, político y económico para la correcta comprensión sobre la determinación y manejo adecuado de fuentes del Derecho , saber combinarlo con habilidad en documentación jurídica y utilización de una información debidamente actualizada a la hora de la interpretación y aplicación, etc… pero ¿Son suficientes estas habilidades? ¿Es la profesión de jurista meramente eso? ¿Un currículum lleno de aptitudes? Ahí está el error. Santo Tomás de Aquino dijo alguna vez algo similar a que “toda la capacidad de contemplación de las criaturas no puede agotar la cantidad de esencia que pueda haber en una simple mosca”. Por tanto ¿Es la profesión de jurista una mera reunión de aptitudes? ¿Un título universitario acompañado de una larga lista en formación?¿Es esa su esencia? No. El derecho, así como su profesión, es tan de todos desde que nacemos hasta que morimos, que es algo que muchos se atreven a clasificar dentro de sus ideales por mera apariencia. Pues iniciando mi camino de cara a la profesión, no creo que la profesión de jurista, -al igual que otras muchas en su mayoría- sea simplemente una reunión de aptitudes, dentro de un contexto básicamente formal y cerrado. Que no es que no lo sea, si no que es mucho más que eso, es trabajo, tesón, ingenio, constancia, dedicación… Un jurista es un intelectual que necesita una visión amplia para no sólo convertirse en un técnico de las leyes.
¿Cómo convencer al entorno de que la norma suele ser la pequeñísima parte de la punta del iceberg? ¿Cómo hacer ver que detrás de cada ley hay tradición, historia, principios, que las leyes no son según se dictan, sino según se aplican?
A donde quiero llegar -que no es promocionar los estudios en Derecho, y lo siento, lo cierto es que tampoco te quiero ayudar a ganar ningún viaje a Ibiza, ni a las Islas Caimán, ni a Cancún…..-, es a que al igual que todos los actos contra la Ley no son nulos, ninguna profesión es solamente conseguir títulos y trabajo, trabajo que tan difícil se torna conseguir hoy día. Vivimos en un desconcertante contexto social que se deja llevar por apariencias, dejándose llevar por la creencia de que la excelencia y la profesionalidad la marca el título, y ni la excelencia , ni la profesionalidad la marca el título, la excelencia la marca la aCtitud y la profesionalidad la marca la persona.
Hay que hacer ver a aquellos indecisos que todos fuimos alguna vez, que detrás de cada carrera existe espíritu, que no se dejen llevar por las habladurías, que analicen con detalle a qué se van a dedicar el resto de su vida, que asuman el reto del cambio y que no conciban su carrera profesional solamente como una forma de tener trabajo, ingresos, comodidad, sino una manera de hacer lo que realmente les interesa, que sea su trabajo lo que los involucre a satisfacer su forma de pensar y sentir el resto de su vida. Porque si así es, será un profesional de excelencia, hará lo que le gusta y sin duda alguna rendirá los frutos que todo el mundo espera.
Para mí, estudiante en prácticas, la primera satisfacción es saber que no me confundí de camino, pues no existe mayor recompensa que la satisfacción de hacer lo que me gusta.
¿Que son tiempos difíciles? Está claro, ¿Que por serlo nadie te va a regalar nada? También. En una entrevista a Rafa Nadal le preguntaban, que qué hacía ante un partido especialmente difícil o cuando en un partido la situación se le ponía muy complicada, él contestó: “poner el doble de ilusión, el doble de entusiasmo y el doble de pasión”. Cada uno debe ser motor de su propia motivación. Nunca dejes de hacer cosas, porque de las cosas que dejas de hacer, lo de menos es la cama.
Desde el desayuno, todo es posible, me decía una reciente conocida, pero muy apreciada persona. Nunca es tarde para empezar, y si no lo has hecho ya… ¡Empieza! Un antiguo proverbio chino, alude que “toda crisis es un riesgo y una oportunidad”, y ésta, que a muchos sirve de excusa, ha de servirnos para dejar de lado todos los vicios que hemos cometido durante tanto tiempo.
María del Mar Almodóvar Ramos.
Departamento Jurídico de la Firma ÁREA, ABOGADOS Y ASESORES
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