Por Francesc Antich.
Al margen de que las iniciativas tomadas por el actual Ejecutivo español no sean las más adecuadas (se aprovechan de la crisis para deshacer la cohesión y para reducir y desprestigiar lo público), hay que reconocer que es muy difícil hacer frente a la situación sin que la Unión Europea tenga una postura contundente.
Una Unión a medias, lenta y con unos socios que tienden a hacer prevalecer los intereses nacionales sobre los comunitarios no tiene la fuerza necesaria para afrontar la especulación de los mercados. Las décadas de desregulación y la falta de globalización política, combinadas con una potente globalización del dinero, constituyen la fórmula perfecta para la preponderancia del poder económico sobre el poder político, y del dinero sobre las personas.
Se está demostrando que una Unión Monetaria sin una Europa federal que le cubra las espaldas (que comparta economía y fiscalidad con un Banco Central federal y con unas instituciones realmente democráticas) es completamente ineficaz a la hora de dar respuestas a sus ciudadanos. Es absurdo que la Unión permita que algunos de sus socios accedan a préstamos de interés negativo mientras que otros pagan más del 7%. Del mismo modo que tampoco es razonable que unos países, independientemente de su deuda, sean atacados por los mercados especuladores sin una respuesta compartida real.
Poco hemos aprendido de la historia y de acontecimientos como la crisis del 29 del siglo pasado. Con la austeridad como receta única, no se sale de este lío, y sin parar la vía de agua que ha originado este embrollo, tampoco. En el 29 ya se dieron cuenta de que sin estimular la economía no hay crecimiento, no se reduce el paro ni se puede superar la crisis. También aprendieron que debían regular de forma muy distinta la banca comercial y la banca de inversión, y que tenían que limitar su tamaño. Así se evita lo que sucede ahora: sobreponer la especulación a la economía productiva, y unos mercados que se enfrentan a los Estados y que les obligan, como hemos visto, a poner y a quitar gobiernos.
Hay demasiadas cosas que no tienen explicación lógica. No tiene lógica que desde el comienzo de la crisis se discuta sobre la gran necesidad de una tasa por las transacciones financieras que registre la especulación, pero que hasta el momento no se haya hecho nada, o que las agencias de calificación que dieron notas brillantes a los fondos de inversión (el origen de las burbujas) todavía hoy sean árbitros de la economía.
Es muy difícil comprender que unos mercados fracasados y rescatados (rescates que han disparado la deuda pública) ahora se aprovechen de esta deuda pública para exigir a los Estados la mutilación a los servicios públicos, lo que merma la cohesión de la ciudadanía, que son quienes han pagado el bestial gasto causado por su negligente gestión.
Sin perjuicio de la necesaria racionalización de las Instituciones y de los servicios públicos, sus gastos no son el origen de la crisis. El origen no es un Estado excesivo. La causa, no hay que olvidarlo, se encuentra en las ideas que predicaban que el mercado se autorregulaba y que las instituciones y las regulaciones solo eran obstáculos para su buen funcionamiento. En el caso español, además, existe un grave problema de modelo de crecimiento y una cruel desigualdad entre lo que aportan las rentas de trabajo y las de capital. Es poco razonable tener servicios básicos de primera categoría con una fiscalidad sobre las rentas del capital y la riqueza de tercera división.
Por lo tanto, o se bloquean las verdaderas vías de agua en todos los niveles o el problema tiene muy difícil solución. Más bien al contrario porque, vistos los resultados obtenidos hasta ahora, cada día el problema tiende claramente a ser mayor y más grave para la gran mayoría de personas, que ven como las desigualdades aumentan sin reparos.
Francesc Antich Oliver
Senador por las Islas Baleares y expresidente de las Islas Baleares